lunes, 28 de diciembre de 2009

Son las 3:07 AM...

Son las 3:07 de la mañana en algún lugar de la ciudad de Valencia, en el Levante español. Concretamente, en uno de esos pisos de la zona alta de la ciudad, vulgarmente considerada como la zona pija. Mentira.

En realidad, al turista observador le sorprendería la cantidad de basura que hay en la calle. No, gracias a una eficiente gestión de limpieza en las calles no hay nada sucio. Me refiero a la basura humana. Gente obligada a dormir ad perpetuam bajo unos cartones o dentro de un cajero, y buscándose la vida dentro de los contenedores, con la única compañía de un carro viejo del Mercadona o, a veces, de un compañero cánido.

Pero en este caso no quiero hacer crítica de la situación actual en España, ni mucho menos en mi ciudad. Soy Phoenix, y por razones personales no daré mi verdadera información. Y este blog es mío, o por lo menos, la parte que yo escribo. Así que en un alarde de egoísmo sin precedentes y de autoalabanza, voy a abriros un poco (sólo un poco, no mucho) la puerta a mi día a día.

Estamos en Navidad, es decir, esas fiestas comprendidas entre los días 23 y 6 de Diciembre y Enero, respectivamente. Los regalos no han sido especialmente abundantes, pero, claro, ya no me importan: hce mucho dejó de importarme el regalo y empecé a valorar el gesto, con lo que he dejado aparte la furia consumista y capitalista que corroe a la sociedad para dejarme llevar por el buen gusto. Sin embargo, he dicho antes que no haré una crítica a la sociedad actual, y en ello me reafirmo.

No agradaré a muchos con mi manera de hablar. Puedo ser y soy muy pedante, uso un nivel de léxico inadecuado para mi edad y estatus social. De hecho, inadecuado en los tiempos actuales y posibles futuros. Pocos me entenderán. Muchos de los que me entiendan pensarán que estoy:

1) loco
2) o estoy muy aburrido.

No, no lo estoy. Sí, en efecto lo estoy. Así que he decidido quitarle el polvo a este blog y empezar a hablar un poco de mi vida, que casualmente es lo que mejor sé hacer. Aunque si lo que mejor sé hacer es eso, quizá deba replantearme en lo que me estoy metiendo, y en lo que me he metido.

Mis ideas son mías, y sólo mías. Si decido dejarlas atrás me estaré traicionando a mí mismo. Me encanta la traición: mis películas favoritas hablan de traiciones y tramas conspiratorias. O no son mis favoritas, pero decirlo queda chulo. ¿Qué mas da? Al final, vosotros no sabéis quién soy yo, y eso me da, obviamente, ventaja... A lo que iba: nunca me he traicionado, no me he echado atrás más que en cosas fútiles. Hay que apechugar con lo que tenemos hasta el final, y sobretodo si es un buen final.

Cualquiera que me conozca no adivinaría nunca mis múltiples personalidades (¡ahora intercambiables! ¡Colecciónalas!). Es más, para los que me conocen en realidad soy un universitario ocioso, pesado cuando me pongo, graciosete (lo cual no es, ni mucho menos, sinónimo de gracioso), charlatán a más no poder y vago hasta límites insospechados. Pero ninguna de las personas que me rodean conocen de primera mis múltiples proyectos, ni mi foro, ni nada. Soy, en ciertos aspectos, un absoluto desconocido para el mundo. De todas maneras, y sin ponerme pesimista, no soy más que un punto en la Historia mundial. Tan cierto como que el agua es clara, salvo cuando está turbia.

Y sin embargo, no estoy loco. No, o al menos eso quiero creer. Si lo estuviera, ahora mismo estaría con una camisa de fuerza dentro de un cuarto con paredes acolchadas, o como quiera que almacenen a los locos en los psiquiátricos. Estoy escribiendo esto, y creo que es suficiente prueba de que estoy cuerdo.

Pues bien, la gente miente. Es una frase tan clara y directa que a alguno le puede sentar mal. Pero todo el mundo miente, por mucho que lo oculten. Miente el político cuando promete, miente el vecino del sexto cuando dice que está bien todo. Miente el kioskero cuando te dice que la venta le va bien, y miente el policía, el cura, los padres, hermanos... Sin embargo, nadie lo tiene nunca en cuenta cuando hablamos, por que estamos acostumbrados a ello. La mentira es parte fundamental de nuestra vida.

El que piensa, inventa. El que inventa, crea. El que crea, miente. Es inevitable mentir tanto como es inevitable pensar. Pero, por favor, haced caso a los profesores, o a los padres, o a los jefes y demás figuras autoritarias: ellos saben (aunque sea una mentira) lo que dicen, por unas convenciones de nombres. La Verdad existe, pero no a nivel terrenal. Pero eso se sabe cuando se muere, y hasta ese día aún me quedan años y años, espero.

Yo suelo cumplir mi palabra salvo error u omisión. No tengo por qué hacer una excepción ahora. Mi única rutina es vivir todo el día, con sus aproximadamente 24 horas, de manera más o menos similar al día anterior. Y si has leído todo lo anterior hasta llegar aquí... tienes mucho tiempo libre o una entrega increíble.

Nos vemos pronto con otro testamento de estos

Me da palo: seguir poniendo esto de me da palo después de cada entrada.